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Barrer, infortunio, 2007

Emilio Santisteban

Artista peruano de performance

Video e imágenes © Aldo Cáceda y Romina Cruz

Arte de performance, arte da performance, performance art, Lima Peru Sudamérica América do Sul South America.
Infortunio, Barrer.

Barrer, infortunio.

Centro de la Imagen, Lima

24 de julio 2007

Duración aproximada de 30 minutos

Alfombra, elaborada por la diseñadora rosarina Maria Silvia Piaggio

Sangre humana (2 litros previamente extraídos al ejecutante).

Escoba, quitamanchas, papel secante, balde

Estribillos publicitarios del gobierno de Alberto Fujimori y del segundo gobierno de Alan García.

Dos formas de vestir (ropa simple mínima, traje de terno y corbata)

Personas encerradas en el sótano (33 personas)

Personas espectadoras libres (300 personas, aproximadamente, arriba en el jardín, viendo la acción por transmisión directa en pantalla gigante).

Infortunio[1] Barrer, 24 de julio de 2007, Centro de la Imagen. Avenida 28 de Julio, Miraflores, Lima. En expreso preámbulo al informe de Alan García Pérez al Congreso de la República el 28 de julio y al aniversario del Informe Final de la CVR a fines de agosto.

 

En Barrer ofrezco mi propia sangre derramándola en conmemoración respetuosa de las setenta mil muertes ocurridas durante el conflicto armado interno en manos criminales, tanto del terrorismo insurrecto como del terrorismo de Estado; derramamientos violentos que pretendemos mantener en el olvido y que así, por un derramamiento más bien amoroso, son recordados.

 

Asumiendo luego los roles del gran empresariado, los decisores e influyentes en las políticas de Estado, y los empresarios de los medios de comunicación principal aunque no exclusivamente, barro escoba en mano la sangre derramada -que es ahora ya no la mía sino la de todos- bajo una alfombra que con rostro de Alan García pretende inútilmente ocultar lo inocultable. La alfombra ensangrentada como lo está nuestro Estado y las manos de muchos de nosotros, descubre en el reverso el rostro de Alberto Fujimori. 

 

El canto de los estribillos publicitarios aprista y fujimorista “Respetos guardan respetos” y “Nunca tuvimos la oportunidad, ahora tenemos la oportunidad”, son alusión a que el fujimontesinismo y el alanmantillismo son y fueron siempre dos caras de la misma moneda con la que cobramos y pagamos diariamente: la del irrespeto a muchos peruanos que no son considerados realmente ciudadanos, y la de nuestra complicidad en la impunidad.

 

Infortunio Barrer ha sido aludido en la Conferencia—performance Infortunio (o las formas en que el "pérformans" es una mierda), Coloquio Heterotopías, UAM, México DF, 20 de octubre 2016).

 

[1] Tomando como antecedente la noción construida por John Austin desde la filosofía del lenguaje (en sus conferencias editadas bajo el título Cómo hacer cosas con palabras en 1939), propongo formalizar el uso, en el ámbito artístico contemporáneo, del término infortunio para denominar genéricamente a creaciones que, pretendiéndose performativas o anunciándose como performances, fracasan en el intento de instauración de sentido colectivo que implica una performance, o son en realidad simbolizaciones discursivas o meras semantizaciones representacionales. Cuando se trata de fracasos, los infortunios pueden darse, siempre siguiendo a Austin, por impertinencia (infortunios por mala apelación o por mala aplicación en Austin), por ineficiencia (en Austin, infortunios de acto viciado o de acto inconcluso), o por inautenticidad (infortunios de acto insincero o de acto hueco, en términos de Austin). Cuando se trata de simbolizaciones o semantizaciones sin pretensión performativa, estamos ante lo que Austin llama enunciado constatativo, sólo que si se anuncian como performances, surge el infortunio por totalidad infortunada, pues nada en realidad se pretende instaurar (el performista busca expresar su pensamiento, su sensibilidad, etc., contar una historia, exponer un discurso, poner en escena una dramaturgia, una coreografía, un diseño de actividad corporal, etc.).
En el caso de Barrer, estamos ante un infortunio de inautenticidad porque aunque pretendimos establecer una performance, como pude constatar posteriormente en diálogos con casi todos los participantes directos, éstos habían decidido omitir de su memoria, en elocuente negación de todo el sentido que se pretendía performar, el fragmento “la sangre de ellos”, que fue repetido treinta y tres veces dentro de la frase completa “la sangre de ellos, tu sangre, mi sangre”. Hubo ahí en las mentes de los participantes un acto insincero, en el que las mentes se resistieron a la instauración del communitas con las víctimas de la violencia. Nada se había performado.

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